Mi vida

Me pongo una máscara negra y entro en el tren. Me pongo al lado de la ventana, mirando el paisaje pasando. Dos años de pandemia. Dos años de anonimato, dos años de alegría, de lágrimas, de crecimiento pero también de aislamiento. Estos dos años de mi vida. Los principios de mis veinte. Me las he imaginado diferentemente. Crecí mucho. Aprendí que no puedo controlar todos los aspectos de mi vida pero los que puedo controlar, tengo que estructurarlas a mi gusto.
La gente ya no lleva mascarilla en el tren como si los últimos dos años no hubieran existido, como si la violencia que hemos visto, los argumentos que hemos tenido y los sentimientos que hemos sentido no continuaran. Fue difícil entrar en una pandemia que fue llena de desconocimiento y de desconfianza hacia los poderosos de nuestro mundo. Mi cabeza estaba llena de informaciones de diferentes fuentes. Me acuerdo de los primeros meses, donde consumí tantas informaciones que ya no pude más. No pude ver más cifras de muertos, de enfermos o de hospitalizaciones. Había demasiadas imágenes de cuerpos muertos en salas de deporte por no haber más espacio en los cementerios. Que imágenes fúnebres. Nunca me imaginaba vivir en un mundo tan roto. Y como si esto no fuera suficiente, cada persona en mi entorno tenía otra teoría de donde vino el virus. „El virus no existe, los poderosos nos quieren controlar. La vacuna es un chip que nos implantan en la piel.“ ¿Por qué no confiar una vez en el gobierno, en los científicos y en los prospectores? La vida ya fue tan rígida en los Lockdown que no fue necesaria más negatividad. Pero en cada crisis, en cada guerra hay gente que no quiere abrir sus ojos. No quiere creer lo obvio y quiere ver todos los aspectos de vida en un ojo conspiracional. ¿Pero qué pensar con esta abundancia de informaciones? ¿A qué lado me pongo? ¿Dónde pongo mis fronteras? ¿A quién quiero creer?
No vi a mi madre ni a mis amigos durante dos meses al principio de la pandemia, teniendo miedo de entrar en un tren con personas desconocidas que potencialmente me podrían contagiar con esta enfermedad de la cual no realmente conocía las consecuencias. Pero encerrándose en un apartamento y quedarse tan aislada no va a resolver una pandemia. Tenía que aprender que hay que poner el mismo valor en su salud mental como en su salud física. Viví mi primer ataque de ansiedad. Y esta ansiedad todavía me sigue. No originó en el virus directamente, sino en el tiempo que tuve para reflexionar sobre mi vida, el pasado, el futuro, lo que podría haber pasado y lo que no pasó. El cerebro hace cosas raras cuando no está demasiado estimulado. Vivimos en un mundo que poco a poco se está destruyendo. Los bosques queman y desaparecen, los mares suben, los animales desaparecen y los humanos se enferman o se matan entre sí. La naturaleza se venga para años de destrucción humana.

2022-05-16

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